Puesto que los pequeños detalles contribuyen con frecuencia a dar a conocer mejor los hombres que los grandes acontecimientos, mencionaré algunos rasgos de la vida doméstica de Napoleón que podrían permitir juzgar su carácter.
Napoleón era destructor por costumbre y por carácter. En la sala del consejo y en medio de una deliberación, se le veía, con un cortaplumas o un rascador en la mano, destrozando el brazo de su sillón y haciendo en él profundas muescas. Se ocupaban sin cesar de cambiar las piezas de ese sillón, con la seguridad de que las destrozaría al día siguiente. Para variar sus placeres en este campo, tomaba una pluma y cubría de anchos trazos de tinta todas las hojas de papel que tenía delante. En cuanto las había ennegrecido bien, las arrugaba con sus manos y las arrojaba al suelo.
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